El escritor...

Este texto va dedicado a esas dos chicas que me abordaron en medio de uno de mis cafés sin inspiración, para alegrarme la tarde y hacerme sentir…muy bien, por qué negarlo. Muchas gracias chicas. Espero que me sigáis leyendo y seguir gustándoos.

 

El joven escritor permanecía sentado frente a su ordenador portátil. Sus manos estaban inmóviles sobre el teclado mientras sus ojos viajaban por toda la cafetería, buscando la inspiración necesaria, para iniciar una historia. En la pantalla del ordenador, un documento de Word en blanco lo esperaba, mientras una impaciente raya vertical lo inquietaba con su parpadeo cada vez que su mirada recaía en la pantalla. Cogió su taza de café y dio un sorbo de manera mecánica, para dejarla nuevamente en su posición inicial.

Dos chicas entraron en la sala, acompañadas por una brisa de luz, y se sentaron en una mesa a su izquierda. Una de ellas tenía el pelo largo y rizo; casi rubio, mientras que la otra poseía un pelo oscuro como la noche sobre la que destacaban sus dos ojos azules y brillantes como estrellas en medio de ella. La camarera les tomó pedido, el cual se demoró unos pocos minutos. Mientras; el joven escritor seguía buscando inspiración. A pesar de tener cascos, pudo escuchar los cuchicheos de las dos muchachas con la camarera, preguntándole si aquel era el escritor que publicaba en tal web y se llamaba cual, a lo que la camarera respondió afirmativamente dejándoles sus dos cafés con leche y dos porciones de bizcocho.

Los ojos del escritor se encontraron cara a cara con los de la morena de ojos azules, la cual con una sonrisa le saludó.

-¡Holi!

-Ho…Hola.-Respondió él sacándose los cascos.

-Me llamo María.

-Y yo Esther.-Se presentó la chica de pelo rizo.

-Hola, un placer.-El joven escritor se sentía algo violento.

-Te preguntarás por qué te estábamos mirando y así.

-Jajaja, pues…un poco.

-Jajajaja pues…suena muy de acosadoras pero…te leemos.

-¿Cómo? ¡Ah! jajaja de acosadoras no, es un alago. Espero que os guste lo que leéis.

-Nos encanta.-Apuntó Esther.

-Sí, muchísimo.-Dijo María, con una sonrisa encantadora.-Sobretodo tus últimas publicaciones. Son…súper cookies. Me encantan.

-¡Oh! Pues muchísimas gracias. La verdad. Da gusto que te digan esto jajaja.

-De hecho; esto si suena acosador jaja pero…vimos que hoy estabas aquí y vinimos a conocerte jajaja.

-Vale…si…eso suena acosador jajaja. Pero no te preocupes, no llamaré a la policía jajaja.

-Jajaja, menos mal.-Exclamó aliviada Esther.

-¿Podrías firmarnos un autógrafo o algo?

-Eh…claro jaja, me siento alagado. ¿Tenéis un papel o algo?

-¡Nop!-Exclamó María mirando para Esther.

-Nada.

-Jajaja, mm…-la mirada del joven escritor, algo sonrojado ante aquella petición, buscaba una solución a aquel problema-¡ah! el servilletero. Señaló extrayendo del, dos hojas.

-Jajajaja, servirá.-Comentó María entre risas.

-Bueno…a ver…-Dijo destapando la pluma estilográfica que tenía sobre la mesa y disponiéndose a escribir algo y garabatear su lubrica sobre las dos servilletas.-Aquí tenéis chicas.

-Gracias.-María entrego una de las servilletas a Esther y la otra se la quedó ella.

-No, gracias a vosotras. De veras jaja...