Y esperar a que se duerma

Aún recuerdo, más de lo que me gustaría reconocer,  aquella manía que tenía al dormir con ella.  Que para muchos pudiera parecer una ridiculez, pero para mí era un capricho de amor. No era nada del otro mundo, ni una orgia de besos o un torrente de caricias, cosas que también me encantaban. No, era algo más simple, más trivial, más…algo que para mí, se había convertido en manía por estar enamorado y por tanto era una prueba de amor verdadero. Te hablo de algo bello. Y ese algo era simplemente, esperar a que se durmiera. Esperar, aguardar paciente a su lado, sintiendo su latido, marcando el compás del segundero de un reloj suizo, saboreando su aroma perfumado a frutas tropicales y chocolate, observando en la oscuridad su sonrisa, atrapada en unos labios carnosos y sus enormes ojos castaños ocultos tras la prisión de sus parpados. Pero cuando llegaba este momento, de caer rendida, de estar dormida, comenzaba una de mis partes favoritas. Aunque hubiera estado cansado, y me muriera del sueño, aguantaba hasta este momento con miles de artimañas solo para poder verla dormir. Contemplarla tan linda, tan tierna y dulce, como solo ella era…

               Porque creo que este recuerdo, a pesar de ser doloroso a día de hoy, es bello. Porque eso es una de las tonterías del amar a alguien, en este caso, tan solo esperar a que se duerma, para poder verla dormir.