“Observando cómo te vistes”

Entonces, sales de la ducha envuelta en una nube de vapor, que te persigue al abrir la puerta, inundando la habitación del hotel. Y tu cuerpo desnudo, bajo esa toalla blanca se descubre para vestirse, mientras su pelo, aun húmedo, se oculta bajo otra atada a él.

               Yo, ya listo y preparado, te contemplo sentado al borde de la cama, sin apenas mediar palabra. Mis ojos hablan por mí. Tú sonríes, con esa sonrisa tan dulce que me enamora más y más. Tú lunar orbitando tú ombligo me saluda con un guiño fugaz en el momento en el que pasas delante de mí para ir a recoger tu ropa, aun esparcida por el suelo tras una noche y madrugada de pasión sobre aquel colchón, aquella ducha, aquel suelo…frente al espejo. Pienso por un momento que es un milagro que no puedan hablar, pues han sido testigos de nuestro amor y me daría miedo, pavor, que alguien intentará describir algo tan mágico y especial de una manera tan vulgar; con palabras.

               Vuelves a pasar ante mí, esta vez llevas tus braguitas negras con transparencias que tan sutilmente te había quitado hace unas horas, y me preguntas donde está tu sujetador. Yo sonrío y me encoge de hombros, para acto seguido agarrarte por la cintura y tirarte sobre mí. Otra vez en la cama.  Me besas. Te beso. De una manera indescriptible y tan bella que las palabras se quedarían cortas. Nos quedamos mirándonos, uno frente al otro por unos segundos, o minutos. El tiempo en esos momentos no me importa, y lo sabes.

               Sonríes vergonzosamente y me das un beso antes de levantarte y seguir vistiéndote. Yo, vuelvo a sentarme sobre la cama y en silenció, pensando lo afortunado que soy por tenerte a mí lado. Te contemplo como un devoto adorando a Dios.

Observando cómo te vistes…