‹‹Estoy harta…››

El viento golpea mi cara con furia. Frío como el acero de un cuchillo de cocina. Mientras juega con mi pelo como si tuviera dedos. Desordenándolo en el aire, dejándolo caer, cruzándomelo en los ojos…

‹‹Estoy harta de responder “nada” cuando me preguntan qué me pasa. Harta de disfrazarme y llorar con sonrisas…››

La calle esta vacía. Es tarde. O temprano. Son las tres y  poco de la mañana, en nada darán y media. La ciudad está durmiendo. La luna en lo alto me mira con temor.

‹‹No tengo fuerzas para seguir. No sé en qué me equivoqué, qué es lo que hice mal. Si tuviera la oportunidad de volver atrás no sé qué debería cambiar…››

Un camión  me deslumbra con sus luces al pasar por el puente, cargado de coches en su remolque.

‹‹El conductor no repara en mí. ¿Quién se iba a fijar en mí? No soy nada. No llamo la atención. No soy ni del montón…››

Miró hacia abajo, la ría de Bouzas me saluda con un reflejo en sus aguas oscuras de la luna llena.

‹‹Ya no puedo continuar más con esta filfa… ››

Mis manos están heladas, pero el agua lo estará más. Sacó del bolsillo derecho de mi abrigo un bote de pastillas y del izquierdo una botella pequeña de agua.

‹‹Una, dos…siete…sí, así será suficiente.››

Me meto las siete pastillas en la boca y trago un sorbo amplio de agua. Allí van, por mi garganta a bajo un coctel mortal de antidepresivos y calmantes a partes desiguales.

‹‹Yo no elegí esto…››

Me subí al pasamano del puente, en el momento en que empezó a notar el efecto de las pastillas. La cabeza a pesarme, y los parpados. Con un último esfuerzo me dejé caer. Las aguas de la ría me recibirían ya dormida, entre sus olas calmadas y frías.

‹‹Lo siento…››