Con un beso robado

Lidebay lo miró fijamente, mientras él seguía hablando. La noche había caído rápidamente sobre ellos y las farolas intentaban iluminar las calles poco transitadas. Un coche fugaz pasó velozmente por delante de ellos y Christian dejó de hablar y la miró. Llevaban más de una hora sentados en aquel banco de madera, hablando; concretamente Christian era el que hablaba, el que necesitaba de ella para desahogarse, y Lidebay no había dudado ni un momento. Al recibir el Whatsapp de Christian había dejado todo de lado, cerrado los libros sobre el escritorio y colocado la cazadora rockera negra que tenía en el armario antes de salir de casa y encaminarse rumbo al punto de encuentro acordado. Christian llevaba unos días largos pasando por un gran bache, primero la ruptura con su pareja, luego los exámenes para los que no hallaba concentración posible para estudiar y finalmente la muerte de su abuela por un infarto cerebral, y sabía que él rara vez pedía ayuda, así que aquello debía ser importante. Y así había sido. Lo primero que Christian había hecho al verla fue correr hacía ella y abrazarla profundamente, algo que le puso la piel de gallina. Y es que él ya lo sabía, Lidebay estaba enamorada de él. Aunque él eso concretamente no lo sabía, solo sabía que se sentía atraída por él. Porque ella se había armado de valor, y una noche de fiesta se lo había confesado. Y de aquello ya había pasado un mes; y ante ella Christian estaba mirándola con los ojos tristes. Esos ojos que la desnudaban, o eso querría ella.

-¿Estás bien, Lide?

-Sí, sí. Perdón, el coche me dejó pillada.-Se disculpó ella intentando aplacar los nervios que comenzaban a hacerse notar en sus mejillas con un nada sutil rubor. Christian miró en dirección opuesta a ella, mirando cara una pareja que se acercaba por la calle. La chica iba agarrada del brazo del chico, como en una estampa de película. Aquella imagen precisamente a Lidebay le recordó a una escena de película de Richard  Curtis. Ojala ella también pudiera ser protagonista de algo así, se dijo tristemente, pero ella nunca sería la protagonista de nada si seguía actuando de la misma manera. Y aquel auto reprimenda le hizo dar el paso.

               Christian se giró nuevamente para verla y en ese instante sus labios se encontraron con los de Lidebay. Por fin había dado el paso. Ahora ya estaba hecho, pensó mientras notaba el sabor de los labios de Christian, para bien o para mal, se alivió. Había dado el paso que llevaba tiempo esperando. Y que mejor manera de saber si él le correspondería que con un beso robado…