Fin de la fiesta

La madrugada va tocando a su fin. Has salido de juerga, has quemado hasta el último de los bares pero el amanecer comienza. La noche ha sido corta, aun sientes energía en tu interior para seguir. Pero ya es la hora. Has gritado y bailado, has cantado y peleado junto a tus colegas, tus amigos, tus camaradas, bajo la mismísima luna. Amparados por la oscuridad. La única luz provenía de los focos multicolores de la discoteca o de la luz oscurecida y tenebrosa de algún local o pub con seguramente algún futbolín viejo y destrozado de bolas que ruedan por el como misiles.  Pero la música ha cesado para bailar, el alcohol ya te ha saturado el cuerpo y embotado la mente y la cacería terminada, pues el implacable y puntual sol asoma por el horizonte. La noche ha muerto. El día comienza. Como un vampiro te llevas las manos a los ojos ante la luz del sol y buscas refugio rápidamente de sus cegadores rayos.  La ingrata luz desvela a realidad y muestra tal y como son las cenicientas de la madrugada. Y otro día más, llega el momento de regresar a casa, dormir y al despertar mear todo el alcohol que llevas en sangre, pues es el fin de la fiesta…