La taza de café

Tu aroma me embriagaba como los licores que empapan las barras de los locales de Vinos y Churruca a esas horas entre un día y otro. Con esa sutileza de no saber cómo llega pero enajenándome de pies a cabeza. Cuando mis labios te rozaron sentí el ardor, el fuego de tu interior. El calor de un corazón alocado en mis labios que liberó una lágrima dolorosa y huidiza. Repetí el acto, pero esta vez ya preparado, y tu sabor fuerte y amargo me embargó; con carácter.   Puede que fuera excesivo, pero te ahogué en azúcar. Una, dos, tres…cuatro cucharadas para empezar. Soy de gustos dulces y tu sabor arisco me rasgó el paladar.  

Ahora ya pulido tu sabor y tu carácter, el paladar puede disfrutar de tu gusto, pero no será el mío, decidiste dejarme e ir por otros labios…