Amor en distancia...

“Se nota a kilómetros quien te quiere a centímetros”

 

Tal vez había demasiados “tal vez” entre ellos. Pero hay cosas que nunca se pueden elegir. No podemos elegir, pero si podemos tener elección sobre cómo afrontar esos sucesos.  Personalmente, siempre he despreciado palabras como “destino”, una de las mayores excusas para cobardes, pero; aunque no crea en este, sí que hay algo que nos hace cruzarnos con personas en nuestra vida que para bien o mar, dejan heridas sin cicatrices en la piel. Mas, cuando el corazón toma el timón, la razón se cambia por pasión y locura como brújula. Todo comenzó, como solo pueden empezar estas historias, de las cenizas y lágrimas de un amor.

Ella; Daniela, era una chica especial. Como todas las chicas de su edad. A sus dieciséis años, su pelo brillaba en una intensa gama de colores fuego. Un abanico cromático que comenzaba en el amarillo del trigo hasta un rojo pasional, pasando por el naranja zanahoria. Su sonrisa, desgraciadamente era más de ficción que de verdad. Uno de los efectos de un corazón roto, es precisamente ese, la perdida de la sonrisa. Él, Chistian, era un chico más…poco normal. Con veintitrés años, sin intentarlo, se bañaba en todas las artes que podía. Amaba la música, la literatura y el teatro y las necesitaba como quien necesita aire para respirar. Era difícil por no decir imposible, verlo por la calle sin su ordenador portátil o una libreta pequeña, listo para escribir un texto, una novela, un poema o un algo, o sin su guitarra acústica, afinada y lista para componer una canción, junto con lápiz y papel. Su sonrisa…su sonrisa ya no existía. Al contrario que Daniela, él ya no tenía fuerzas ni ganas para fingirla. Uno de los efectos de un corazón despedazado, destrozado y pisoteado tras entregarlo todo y amar en la amplitud de esta palabra.

               Daniela y Chistian se conocían desde hacía dos años. No como grandes amigos, solo como...conocidos. Habían quedado un par de veces, cuando ambos tenían pareja, mantenido conversaciones por Whatsapp y poco más. Se sentían cómodos hablando el uno con el otro, pero nada más allá de lo común entre dos personas, que a pesar de la diferencia de edad, compartían bastantes pensamientos y gustos. Habían dejado de verse cuando Daniela se había mudado de ciudad. Aunque aun así, aunque fuera media hora, se habían visto alguna que otra vez, cuando ella regresaba por un fin de semana, a ver a sus amigos.

               Sin saber cómo, tras estar un tiempo sin hablarse ni verse, sin causa ni razón, había retomado la relación. Justo en el momento en que ambos habían perdido algo. Daniela por un lado había perdido a su padre, el cual, se había separado de su madre y regresado a Argentina. Chistian por el otro, había perdido al amor de su vida. Una relación en la que lo había entregado todo sin límites durante más de media década. Ambos eran corazones rotos, uno más que el otro, o no. Pues cada problema es más grande o más pequeño dependiendo de la persona. Lo que si estaba claro, es que habían vuelto a hablar, y esta vez de una manera más próxima, más sentimental, más cariñosa.

               Ella estudiaba y él trabajaba, pero siempre que tenían un hueco, lo dedicaban a enviarse algún que otro Whatsapp durante el día, y luego pasarse la noche y parte de la madrugada hablando, hasta que uno caí  rendido por el sueño. Cosa difícil, pues ambos tenían un particular insomnio que no les permitía dormir lo que precisaban.

               El tiempo fue haciendo lo propio de él, pasar; y cada vez hablaban más, sentían la necesidad de ver al otro, cosa que no podían por la distancia, de oírlo, de pasar un rato juntos. Ambos sospechaban lo que estaba pasando, pero se negaban a reconocerlo. Hasta que una noche, la pregunta apareció en la pantalla del smartphone de Chistinan.

“¿Te gusto?”

               Chistian no sabía que contestar. Pero ella esperaba una respuesta. Estaba “en line” aguardando que contestará. Era cierto que durante las semanas que llevaban hablando, ella le había conseguido sacar un par de sonrisas. Sonrisas que llevaban tiempo muertas. Pero también era cierto que él seguía amando a una persona, que aunque no estaba o no existía igual, amaba. Pero también sería mentir, decir que Daniela no le gustaba ni un poco. Algo tenía que significar el intentar hacerla siempre sonreír, el querer verla y tomar algo, el echarla de menos y la necesidad de hablar con ella cada día, entre otras cosas.

“Jaja claaaaaro. Me tienes loquito loquito ;)”

               El humor fue su solución para salir del paso. Para evitar una respuesta que le asustaba confesar.

“Cris…te lo digo en serio. ¿Te gusto?”

               Nuevamente pudo leer la misma pregunta. De la cual parecía que no iba a poder escapar sin decir la verdad. La verdad que estaba mal, pensó, mientras escribía el monosílabo que respondería a algo tan íntimo.

“Sí”

               Ya lo había dicho. Y ahora su corazón taquicardico esperaba respuesta de ella, mientras la aplicación de mensajería le mantenía en vilo con un inquietante “Escribiendo…”. ¿Qué estará escribiendo? se preguntó mientras pasaban los segundos. La preocupación lo embargaba. Durante tres minutos, que fueron los que tardó en recibir un texto en respuesta a su respuesta.

“¿Y por qué no me lo habías dicho antes? Es que…a ver…te voy a ser sincera. Me gustas. Me gustabas hace bastante. Cuando nos conocimos me pareciste muy atractivo. Genial. Eres la clase de chico que es difícil encontrar, pero…bueno, yo tenía un capullo por “novio” y tú…ya sabes. Y nunca te dije nada. Pero…ahora que empezamos a hablar desde hace un tiempo y así. Pues siento más. Y tenía dudas de si yo te podía gustar. Porque…tu a mi mucho.”

               Chistian releyó el texto tres o cuatro veces. No  se creía lo que estaba leyendo. Daniela, aquella enana tan agradable y especial le estaba confesando que desde hacía tiempo le gustaba. Era…no era creíble, pensó.

“No te lo dije antes porque…no sé. A ver…sabes cómo estoy. Estoy enamorado de alguien que…para bien o mal ya no existe. Y…bueno además hay algo que nos separa.”

“Pero no por eso tienes que cerrarte puertas Chis…y la distancia se acorta. Yo en cuanto acabe el curso regreso a Vigo. Para el año, para estudiar ahí. Y…jope, puedo ir de vez en cuando. O venir tú aquí. Tienes cama y comida sí o sí.”

               Chistian no pensaba, solo escribía, automáticamente aquello que sentía, que le pasaba por la cabeza al leer lo que Daniela le respondía.

“No me refería solo a los kilómetros, boba”

“¿Entonces?”

“A la edad…”

“¿Estas de broma?”

“Nop…ósea, no es que me importe eso. Nunca. pero…no sé…es mucha y…a ver yo sigo pensando en…”

“Nos llevamos 7 años. No es tanto. Y además, ¿eso qué importa? Yo siempre me he propuesto hacer lo que me guste sin importarme lo que opine la sociedad. ¿O es qué tengo que estar con alguien que no me guste porque tenga mi edad, y no puedo estar con quien me gusta porque es mayor?”

               Chistian no sabía que responder. Tal vez…Tal vez eran demasiado los “tal vez…”  Verdaderamente Daniela a pesar de sus dieciséis años, le había demostrado una madurez algo inusual. Seguía teniendo pinceladas particulares de su edad, pero con razonamientos como aquel, le demostraba que no era una chica de dieciséis años como todas las demás.

“No sé qué decir, me has dejado sin palabras. Sabes que yo opino igual. Pero…aun así…la distancia.”

               Y con muchas excusas, como la distancia, la diferencia de edad, los gustos que no tenían en común, los puntos de vista, etc, fue como decidieron no hacer nada. Seguir tan amigos, cada uno por su lado, pero queriéndose en el fondo. Y es que cuando hay miedo, cualquier excusa es buena para no hacer nada. Para quedarse cobardemente cruzado de brazos.

               A pesar del tiempo, no dejaron de hablar, pero si dejaron de hablarse de la misma manera. O más bien lo intentaron sin mucho éxito.

Daniela echó pareja, a los cinco meses de aquella conversación. Pero no era lo que buscaba. Lo supo desde el primer beso. Desde la primera frase en pareja. Era un chico agradable, de su edad; como no, pero…inmaduro. Tenía algo que siempre le chocaba. No era lo que realmente buscaba. Intentó quererlo, pero al cabo de dos meses, desistió de aquella batalla perdida desde el comienzo. Ella sabía quién le gustaba, y aunque no se atreviera a confesárselo, ni a si misma, era la misma persona de la que se había estado enamorando durante cada noche, hablando hasta quedarse dormida, si había suerte. La misma persona que en cada mensaje intentaba sacarle una sonrisa y que le ayudaba a hacer los deberes vía Whatsapp. La misma que a pesar de los kilómetros que la separaban, sentía cerca. Desgraciadamente esa persona, comenzó a salir con una chica, justo unos días antes de que ella rompiera con su chico.

               Chistian había empezado sin mucha ilusión. La chica se llamaba Lucia, tenía dos años menos que él, y la había conocido al bajar del escenario, tras dar un concierto. Ella se había acercado a él para decirle que le encantaba sus letras, su forma de moverse, de sentir… a lo que él le había respondió agradecido “Canto feo pero con sentimiento. Gracias”. Desde aquella vez, habían salido un par de veces, solos al principio, y luego con el grupo que él salía los viernes por la noche. Hasta que, a los casi seis meses de aquella conversación con Daniela, Lucia le pidió a salir. Chistian se negó, y le explicó el porqué de su respuesta. Ella escuchó pacientemente sus razones. Pero aun así, al pasar unas semanas, volvió a insistir, con el pretexto de que aunque amara a su ex pareja, debía hacer su vida nuevamente, intentarlo, pues él tenía mucho que dar y era fantástico, o eso pensaba ella. Chistian pensó durante una semana aquello, hasta que el viernes siguiente, aceptó la proposición. Total, Daniela tenia pareja y parecía feliz, y aunque no igual, había sufrido por amor, ¿por qué no intentarlo?, se dijo. Por alguna razón, no se lo contó a Daniela, hasta que un día, sin esperarlo, surgió el tema en una conversación de las suyas, a altas horas de la madrugada, ambos en sus respectivas camas, a kilómetros de distancia, y mirando las pantallas de sus smartphones, los cuales les ayudaban a acortar aquello que les separaba.

“Estás bien, enana? Te noto apagadita”

“Si…estoy bien. Solo que…hoy rompí con Abel”

“Y eso? Qué pasó, estás bien?”

Chistian no pudo evitar sentirse mal, por no poder estar con ella, para abrazarla, consolarla y apoyarla. Aunque en el fondo, sabía que no sólo era por eso.

“La cosa no funcionaba…Éramos…era muy inmaduro. No sé. Yo estoy bien. Sólo que me rayé y me estoy rayando”

“Por?

“Porque…”

”…”

“Porque no dejo de pensar en ti…me gustas idiota”

“…no sé qué decir. Hace mucho que no hablábamos de esto”

“Lo sé…da igual. No importa. Tonterías. ¿Tú cómo estás? ¿Qué tal con aquella chica...?

“Me pidió a salir otra vez…y…acepté…”

Tras aquella conversación, en la cual Daniela fingió en ella y desde entonces sentirse contenta y alegre por Chistian, muchas cosas pasaron. El Tiempo sobretodo. El cual, aunque para muchos sea excusa, como el Destino, no hace, si no, pasar. No ayuda a olvidar ni a cicatriz corazones. Sólo; pasa. Y con su paso, la relación de Chistian se acabó. Al igual que comenzó, sin ilusión por su parte. Una tarde, en la que habían quedado, todo llegó a su fin. Él le explicó lo que le pasaba, que no era capaz de entregarse al cien por cien. Y que lo sentía mucho, porque ella era fantástica y una novia increíble, que el tiempo juntos había sido muy bonito y más cosas que se dicen en estos momentos.

Al contrario que Daniela, él había aguantado un poco más con Lucia, el doble casi. Cuatro meses en los que el intentó quererla. Amarla sabía que no podría, pues alguien aun ocupaba su corazón y su mente. Pero por más que lo intentó, no lo logró. Porque él sabía que solo amaba a una persona. Y que querer, quería a una que estaba lejos. Tenía los pedazos, en los que la primera había dejado su corazón, divididos. A un lado para quien amaba una porción, y a otro para aquella que  le gustaba, que le acompañaba en su insomnio y con la que empezó a hablar aquel día, en cuanto llegó a casa, tras quedar a bien con Lucia.

“Buenas noches, qué tal va esa sonrisa?”

“Bueno. ¿Y la tuya?”

“Bien. La verdad que…bien”

“!Oh! me alegro mucho. ¿Y eso?  ¿Lucia te hizo alguna sorpresa? ¿O es qué ya…Grrr?”

“Jajajaja que idiota eres. Nada de Grr. Y nada de sorpresa. Boba. He roto con ella”

Aquella declaración, que en un principio debería dolerle, o hacerle sentir algo, no lo hizo. Chistian solo sonreía, mientras miraba impaciente el “Escribiendo” que indicaba que Daniela estaba al otro lado de la pantalla. Por el contrario, a ella si le había causado un sentimiento aquella declaración. Un sentimiento de ilusión, de miedo, de ánimos, y sobretodo, como era normal cada vez que hablaba con él, una gran sonrisa.

“Buff…Entonces creo que no diré lo siento jaja Pues me alegro de que estés bien”

“Gracias enana”

“¿Por cierto, sabes qué día es?”

               Aquella pregunta lo desconcertó un poco. Chistian no logro entenderla.

“Mm…sí, creo que si. El móvil me dice el día en el que vivo jaja por?”

“Noooo. Imbécil. Mira que eres tonto, jo. Acabó el curso mañana. Es decir…”

“¡No!”

“¡SÍ! En dos semanas estaré ahí. Y esta vez ya no de visita. Mi madre ya buscó casa para mudarnos y regresar.”

               Chistian no pudo evitar sonreír de una manera extrema mientas sentía lo que se podría describir como una taquicardia. Una hermosa taquicardia. Daniela por fin volvería. Estarían cerca. Los kilómetros ya no los separarían. Pero…ahora era lo más difícil, pensó. En el momento en el que el miedo le embargó seguido de preguntas cuya falta de respuesta le atemorizaban. ¿Cómo harían? ¿Seguirían siendo sólo amigos? ¿Y la diferencia de edad? ¿Y si no salía bien? ¿…?