Mi desierto

 

            Abro los ojos, y allí estoy yo, en un desierto; mi desierto. Mis ojos no dan alcanzado a ver el final, donde acaba. Las dunas se levantan ante mis ojos y el sol se tumba a lo lejos sobre unas dunas amarillas y distantes. Miró a lo lejos, a mi espalda y veo una palmera, solitaria y encorvada; parece melancólica y abatida por el calor. Me doy cuenta en ese momento del gran calor que hace. La respiración se vuelve dificultosa y cuesta mantener la vista en alto. Entonces algo en el suelo llama mi atención; es un cubo, del tamaño de una bola de billar, que descansa en la arena sobre una arista. Extiendo la mano y lo extraigo de la arena. Noto su tacto frío, liso y metálico al entrar en contacto con mi piel. Es extraño, a pesar de estar en medio de aquel desierto, de aquel páramo infernal, el cubo esta totalmente frío, casi congelado como un cubo de hielo. Lo examino ante mis ojos, y compruebo que es macizo, de algún material metálico y brilla en unos tonos oscuros entre negro, azul y morado.

            A lo lejos, veo unas… ¿escaleras mecánicas? Necesito beber, empiezo a delirar y ver espejismos. A lo lejos, a unos veinte metros de donde estoy, allí, en medio de aquel páramo inhóspito, veo unas escaleras mecánicas que suben y se pierden en el horizonte.

            De pronto, escucho un relinchar. Y en la distancia logro distinguir un hermoso caballo negro, galopando sin control hacía mi. Avanza y avanza por la arena del desierto, sin detenerse. Sus crines negras como el azabache brillan al sol. Tras de el se acerca una tormenta, una tormenta de arena. Me quedo inmóvil, congelado, no sé como actuar, mis pies no reaccionan. Inmóvil contemplo como aquel caballo salvaje se dirige hacia mí. Esta a escasos metros. A veinte metros como mucho. Y logro distinguir bajo sus cascos…no puede ser, es imposible, me digo intentando enfocar los ojos apretando los parpados. Bajo los cascos de aquel magnifico animal hay rosas, rosas carmesí, rosas de color sangre que aparecen por donde el pisa. Pisada tras pisada aparecen rosas que con sus cascos reduce a pétalos y espinas desperdigados por la arena.