Viaje Literario

 

               Marccelo entró en el salón portando un capuccino. Estaba a punto de comenzar un largo viaje. Una de aquellas aventuras que tanto le apasionaban.

               Se acercó al sofá y se sentó, posando la taza delante de él, sobre la mesa de café que ocupaba el centro del comedor. Recorrió con la vista la habitación. Buscando defectos. Todo estaba en su sitio. La luz del mediodía penetraba por la venta en la cantidad justa. La calidad hogareña inundaba la sala, trayendo consigo un suave frescor.

               Cogió un mechero modelo zippo que descansaba en la mesilla a su diestra, y prendió un poco de incienso. Aquella era la mejor manera de ponerse en situación, pensó. Inspiró profundamente el aroma que desprendía y subía en finas columnas de humo hacia el techo del salón. Tras quedarse unos segundos atrapado por el erotismo de aquellas formas que ascendían pausadamente; Marccelo cogió el único equipaje que precisaba para aquel viaje; un libro de tapas rojas y roídas por el paso del tiempo, y de sus manos que tantas veces lo habían sostenido durante el viaje.

               Marccelo inspiró nuevamente, pero esta vez el aroma del libro que sostenía, antes de abrirlo. Allí comenzaba su viaje. Sin trenes ni aviones. Sin grandes gastos. Sin Whatsapp. Solo con un libro, un capuccino, un poco de incienso y la paz de su hogar. La atmosfera perfecta para viajar hacía otros lugares, otros tiempos y otros mundos.