Amor en el C3

El Vitrasa arrancó repentinamente, desequilibrando con su movimiento a todas las personas que iban de pie. Dániel se dio la vuelta intentando contrarrestar la cinética y contra su pecho sintió el impacto de unas manos. Al mirar de frente contemplo dos enormes ojos que lo hipnotizaron con su color marrón con pinceladas verdes.

-Perdón.

-No…no pasa nada.-Respondió el sin poder dejar de mirarla. Aquella chica tenía un algo que no lograba explicarse. Tu piel tenía un tono latino, sobre el que destacaban sus dos grandes ojos y su pelo oscuro.

-¿Tocas a guitarra?-Pregunto aquella chica que debía de medir un metro setenta como mucho, señalando la guitarra que iba apoyada contra la plaza de minusválidos, dentro del autobús donde ambos iban de pie.

-Si.-Afirmó Dániel-¿Tú?

-No jaja, yo soy una negada para la música. Por cierto, me llamo Cristina.

-Yo Dániel. Encantado.

-Jaja igualmente. ¿Y qué vas, a tocar?

-No, no. Más bien…voy por ahí, a ver si compongo algo y pasar el tiempo.

-Caray…que bohemio, ¿no?

-Eso espero.-Respondió él con una sonrisa.

-Jaja bueno, pues si das algún concierto avísame.-Dijo Cristina pintando en su rostro una sonrisa coqueta.

-Claro jaja aunque no somos muy buenos.

-¡Ah! Que tienes un grupo.

-No, jaja, formo parte de uno. Tener no tengo.

-Que quisquilloso eres, ¿eh?.-Dijo ella echándole la lengua-Tú me entendiste. Pues avísame, apunta mi Whats por fi.

-Sí, sí, claro jaja.-Respondió Dániel sacando el móvil del bolsillo derecho de su cazadora de cuero negra y apuntando el número que ella le dictaba.

-Bueno, esta es mi parada jaja, cuídate Dániel. Hablamos.

               Cristina bajó del Vitrasa en la primera parada que este paraba en Gran Vía, cercana a Plaza de España. Dániel no pudo evitar seguirla con la mirada y ver como esta le saludaba desde fuera del autobús, mientras este cerraba sus puertas, agitando la mano energéticamente. Era una chica bastante rarita, pensó a verla y saludarla con la mano.

               Dániel apretó el botón de solicitar parada y bajó en la parada más cercana al Centro Comercial Gran Vía. Tras cruzar el paso de peatones y bajar por una cuesta adoquinada, llegó al centro comercial. Lo primero que hizo, fue baja a la segunda planta, para comprarse un Smooy.

-Hola, ¿qué le pongo?

-Buenas, uno de chocolate con fresas y estas bolitas de chocolate.-Indicó él con el dedo sobre el cristal de guardaba todos los toppins de los que disponían. Tras pagarlo, se dirigió a los jardines superiores y busco un lugar apartado, sin gente para sentarse a tomarlo. Dániel encontró el lugar ideal así como salió por la puerta y giró a la izquierda. Allí, tras la fuente, había una pequeña pasarela cubierta con plantas. Se sentó sobre las losas que confeccionaban las macetas, pero que bien servían como bancos, y depósito la guitarra a su diestra, en su funda negra, con sumo cuidado.

               Con gran placer saboreó la primera cucharada que se llevó a la boca de su Smooy.

CONTINUARA...