La lluvia... (II)

La lluvia golpeaba el cristal de la ventana, empujada por la ira del viento que soplaba con vehemencia…(II)

               Sophia se revolvió en la cama y alcanzó con la mano su smathphone, colocado en la mesilla de noche, para ver la hora. “Las nueve y veinte uno”, se informó a si misma volviendo a dejarlo en su sitio. Sabía que no sería capaz de volver a dormirse, pero no tenía fuerzas para salir de la cama. El día era un día asqueroso. Lluvia, viento… “Maldito invierno”, se dijo cubriéndose con las mantas hasta tapar el último pelo de su cabello oscuro.

               “Nada”. Se incorporó en la cama y prendió la luz. La paz de la oscuridad dio paso a una cegadora luz que atacó sus ojos violentamente, volviéndoselos llorosos. Se levantó de la cama, con mucho pesar y sufrimiento, abandonando el cálido y acogedor refugio de esta y las mantas y salió de la habitación. Sus padres no estaban en casa, ni lo estarían hasta la noche, pues habían ido a trabajar. Así que tenía la casa para ella sola. “¡Yupi!” exclamó irónicamente sin ningún ánimo, como si en lugar de ello estuviera sola en una isla desierta. Y de hecho, así se sentía.

               Sophia fue a la cocina y se sirvió un poco de café con leche, en una taza llena de recuerdos, que metió en el microondas a calentar. Mientras, inmóvil, se quedó contemplando como la taza daba vueltas y más vueltas dentro del microondas, mientras el temporizador iba restando segundo tras segundo. “¡Plin!”, ese fue el sonido que la sacó de su ensoñación, el “Ya está” del microondas, avisándola.

               Sacó su taza humeante, cerró la puerta del microondas y le echo tres cucharadas de azúcar. Buscó por los armarios algo para tomar con el café con leche, y encontró unas ensaimadas de bollería industrial, de las cuales, cogió una y la liberó de su plástico transparente, para propiciarle un bocado, que manchó sus labios de aquella azúcar glasé que las cubría como la nieve la cima de los Alpes. Desayunó lentamente, sin prisa. Casi automáticamente, un sorbo, luego un bocado, tal vez dos sorbos o tres, otro bocado… todo ello con la mirada perdida.

               Al dar un sorbo de aquella taza, cargada de recuerdos y ya vacía de café con leche, se percató de que había acabado de desayunar, y la enjuago y colocó a secar en el mueble. Salió de la cocina y fue al comedor. Prendió la tele, primero en el botón de la misma y luego con el mando el TDT, y se dejó caer en el sofá, para acto seguido cubrirse rápidamente con una manta de invierno. Comenzó a hacer zapping, buscando algo interesante en la televisión, pero acabó como siempre, en el canal de comedias y demás series de siempre. Era sábado, y no echarían nada interesante. Por la ventana podía ver como la lluvia caía desde todos los ángulos que el viento la catapultaba con furia.  Aquel día era un día para estar junto a esa persona especial. Si había un dios, seguro que había inventado aquellos días para eso. Tardes de amor invernales. Sin dudar, pensó dejando caer el mando sobre el sofá, a su lado.

               “Y yo ya no tengo a nadie.”, se dijo perdiendo la mirada por la ventana. “Estoy sola. Ahora estoy sola.”

Se acurrucó en la manta y perdió la vista en la pantalla del televisor, mientras una lágrima huidiza, cargada de recuerdos, y tal vez remordimientos, cayó de su mirada y comenzó a recorrer su mejilla, hasta morir en sus labios…