Carta a un misógino

Tiene cierta ironía que tú, que eres hombre, nacido de una mujer, las desprecies. Tiene gracia, que una mujer haya sido la que te haya parido y traído al mundo. Porque fue una mujer la que te amamantó, te cuidó y veló por ti. Y tú, desagradecido, ingrato y cínico, las desprecias. Las ves como un juguete, un pedazo de carne en medio del mercado, en el que tú te ves como el mejor depredador, el carnívoro superior. Llevas esa mascara cargada con esa sonrisa conquistadora, estúpida y banal. Pero un día, ese maquillaje se correrá, y tras el dejarás tu verdadero rostro. Y estarás destruido, porque en ese momento preciso, en ese instante, tú, tú te enamoraras, de una mujer, la vida y su sutil humor irónico, y entonces ¿dime; dime que harás? ¿Cómo actuaras? Porque entre tú y yo, te contaré un secreto; una mujer no es más y menos que lo más parecida a un dios en la tierra. A su lado todo es luz. Tenlo en cuenta, y reacciona antes de tiempo. Esa careta no te favorece.