De peces y mares

Sinceramente; cada vez entiendo menos, a la gente que me rodea…

Ya no sé que esperan de mí. No sé que paso quieren que de. Siempre tienen algo que decir; algo que creen que puede sanar la herida. Curar el dolor. Pero no, no es así. El único que lo padece es el que sabe cuan fría es la soledad, cuan dolorosas las lágrimas, la indiferencia, la necesidad de evaporarse y desaparecer... Las frases estúpidas, propias de necios y cínicos no ayudan; “hay más peces en el mar” es lo mismo que decir, no pesques ninguno, solo juega con ellos, pues siempre habrá más peces en el mar, no sé si se me expresar. No sirve absolutamente de nada que haya miles de peces, si solo uno, un único y diminuto pececito, es el que tú deseas, el que tú amas y al que le has entregado todo. Has puesto empeño en cuidarlo, en mimarlo, en oxigenar su vida, en darle lo mejor que podías proporcionarle, y buscado mil maneras para superarlo y darle más. Ese, únicamente ese pececito ingrato, es el que te importa, y tanto tiene que haya miles de peces más, más grandes o pequeños, con escamas más brillantes y coloridas, con aletas más sutiles  o que sean mejores, más fieles, más agradecidos, más todo; no importa. Porque en tu corazón solo hay uno, un diminuto pececito, que amas. Que tanto has amado. Que a pesar de los desprecios que te haya podido dar, de los dolores de cabeza, de la falta de cariño que te haya tenido en ocasiones o de las más tontas y superficiales asperezas, con cada beso, cada caricia, cada palabra tierna, cada mirada, cada sonrisa, cada segundo con el, era el paraíso, y ese paraíso borraba todo lo malo que pudiera haber habido.

            Pero ahora ese pececito diminuto y especial ya no esta, navegó hacia otros mares. Buscó nuevas oportunidades y aventuras, dejando un vacío que jamás se podrá llenar…

 

Y todos sabemos, que esto no va de mar y peces…