En el parque

Muchas veces la busco en lugares de lo más ruidosos. Incluso incomodos. Véase el ejemplo de un parque infantil. Lleno de niños. Gritando cada uno más estridentemente, más alto, más sin sentido que el anterior. Corriendo de aquí para allá y de allá para aquí como grandes atletas de maratón. Peleando cual piratas o caballeros con espadas de plástico compradas en los nuevos “Todo a 100” ahora denominados “Chinos”. Algunos de estos niños visten por ejemplo el uniforme escolar, que casualmente siempre suele ser del mismo tono azul oscuro como base, otros, sin embargo, son vestidos (he de sospechar) por sus mamas como si fueran pequeños muñecos a los que vestir, peinar y asear para decir que su hijo es el más guapo. Y mientras estos pequeños, estas semillas del futuro de una pareja, crecen en medio de juegos, gritos, chillidos, risas, arena, columpios… sus padres atentamente los vigilan, mientras entre ellos intercambian cotilleos o simplemente alardean con mayor o menor sutileza de sus logros en la vida, los de su marido, etc. Y a mí, en medio de todo este ambiente, me puedes ver con mi ordenador portátil, abierto, escribiendo textos sin ninguna relación con el ambiente que me rodea. Pues muchas veces la busco, donde menos es de esperar, y ella, grácil y amablemente cae sobre mí…